miércoles, 19 de mayo de 2010
Introducción a la anti-magia: fragmento de un texto de Slavoj Zizek
"Los sujetos son literalmente agujeros, huecos en el orden positivo del ser, sólo moran en los intersticios del ser, en esos lugares donde la labor de creación no ha concluido: la mera existencia de un sujeto prueba que Dios era un idiota que arruinó el trabajo de la Creación. Lejos de ser la cúspide de la Creación, el sujeto pone de manifiesto que en el orden de las cosas hay máculas de realidad inacabada: el correlato objetivo de un sujeto es una mancha -objeto proto- real espectral que aún no está totalmente actualizada como parte de la realidad positiva. El problema es que, cuando nos enfrentamos a un ser humano y observamos sólo su mitad visible, automáticamente lo des-subjetivamos llenando el vacío, proyectando en la oscuridad una riqueza de personalidad imaginaria: el otro des-subjetivado se convierte en una "persona" completa, el rostro se transforma en un fetiche levinasiano, el signo de la abismal profundidad de la vida interior de la persona, y las dos mitades (la cara exterior y la vida psíquica interior) se combinan en una totalidad cabal. Lo difícil no es percibir bajo el rostro la riqueza de la personalidad, sino evitar esa trampa, ABSTRAERSE del espejismo de esa riqueza y ejercitar la habilidad de aceptar la realidad desfetichizada del sujeto: observar la oquedad, la oscuridad, sin completarla con el contenido fantasmático de la "vida interior" que se supone que brilla tras ella. En otras palabras, lo difícil es enfrentarse a la realidad en su estatus preontológico, como algo no totalmente construido, ver la nada allí donde no hay nada que ver, sustraer de la realidad su engañosa riqueza".
sábado, 1 de mayo de 2010
Una iluminación sobre mi estado emocional actual
Llueve en Madrid la sombra del otoño.
Llueve y se enciende el pucho del recuerdo
que quema una ceniza de nostalgia
donde un fuelle garúa su lamento.
Llueve sin fe la noche en la ventana
con un tango de adiós sobre los techos,
y el corazón se entrega mansamente
bajo la luz con humo del desvelo.
Llueve en Madrid y llueven de mis años,
fantasmas del otoño que hacen viejo.
Yo sé que la tristeza inventa flores
y que todo ha cambiado sin remedio.
Nadie vuelve al rincón de su nostalgia:
También seré un fantasma si regreso.
Llueve un país de hiriente lejanía.
Llueve y me empaña el sitio de los sueños
y se queja en el patio de mi infancia
un barco de papel que se va hundiendo.
Llueve hacia el sur de toda la esperanza
donde prepara el frío los inviernos,
y se ha muerto el malvón de la alegría
mientras se pudre el agua en los espejos.
Llueve en Madrid y llueven de mis años,
fantasmas del otoño que hacen viejo.
Yo sé que la tristeza inventa flores
y que todo ha cambiado sin remedio.
Nadie vuelve al rincón de su nostalgia:
También seré un fantasma si regreso.
Llueve y se enciende el pucho del recuerdo
que quema una ceniza de nostalgia
donde un fuelle garúa su lamento.
Llueve sin fe la noche en la ventana
con un tango de adiós sobre los techos,
y el corazón se entrega mansamente
bajo la luz con humo del desvelo.
Llueve en Madrid y llueven de mis años,
fantasmas del otoño que hacen viejo.
Yo sé que la tristeza inventa flores
y que todo ha cambiado sin remedio.
Nadie vuelve al rincón de su nostalgia:
También seré un fantasma si regreso.
Llueve un país de hiriente lejanía.
Llueve y me empaña el sitio de los sueños
y se queja en el patio de mi infancia
un barco de papel que se va hundiendo.
Llueve hacia el sur de toda la esperanza
donde prepara el frío los inviernos,
y se ha muerto el malvón de la alegría
mientras se pudre el agua en los espejos.
Llueve en Madrid y llueven de mis años,
fantasmas del otoño que hacen viejo.
Yo sé que la tristeza inventa flores
y que todo ha cambiado sin remedio.
Nadie vuelve al rincón de su nostalgia:
También seré un fantasma si regreso.
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